
De este modo se cierra de forma solidaria un ciclo que siempre ha tenido en el centro la educación. No en vano, los domes se conceden a los pacientes más pequeños, niños y adolescentes, que han sabido educar su salud, cuidándola, esforzándose por mejorar, desarrollándola. Ahora, su esfuerzo revertirá en un bien más allá de su propio beneficio, expandiéndose allende las fronteras y llegando adonde más lo necesitan: países como los del continente africano donde otros niños podrán vislumbrar una salida a su situación de pobreza a través de aportaciones que transportan valores comunes como la educación, la solidaridad y la unión.
En África, cuando alguien requiere de la ayuda del grupo, tienen un grito común y hoy lo hacemos nuestro ¡Harambee! ¿Nos acompañas?